10 mitos sobre el autismo

10 mitos sobre el autismo

Alrededor del trastorno del espectro autista (TEA) existen muchos mitos falsos que dificultan la aceptación por las familias y entorpecen el tratamiento del trastorno. Ni todos los niños con autismo son iguales, ni una vacuna puede provocarlo, ni a todos los beneficia la convivencia en un colegio ordinario, aunque disponga de protocolos inclusivos.

Estos son los tópicos más extendidos de este trastorno que afecta alrededor de uno de cada cien recién nacidos, según datos de la Confederación Autismo España.

1. Es una enfermedad y se puede curar

El autismo no es una enfermedad, es un trastorno relacionado con el desarrollo del sistema nervioso. Se nace con él y no se puede ni contagiar ni contraer a lo largo de la vida. Y, aunque tampoco se puede curar, sí se puede y se debe tratar. Los fármacos pueden ayudar a mejorar aspectos concretos derivados del trastorno, pero en ningún caso lo curan. Las personas con autismo nacen con unas dificultades especiales que pueden interferir en su adaptación al entorno y con unos síntomas que requieren un tratamiento de un equipo multidisciplinar integrado por psicólogos, logopedas, neuropsicólogos, etc., explica María José Acebes, neuropsicóloga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación.

2. Tiene un origen exclusivamente genético

No ha sido posible determinar un único origen del autismo: «Existen múltiples causas y en muchos casos no se asocian exclusivamente a un factor genético», aclara la profesora. Ciertos estudios vinculan el autismo con infecciones en el embarazo, con la edad de los padres y la calidad del esperma o de los óvulos, con el consumo de tóxicos durante la gestación, «pero lo cierto es que no existe un único motivo», recalca la neuropsicóloga.

3. Un mal vínculo entre madre e hijo los primeros meses de vida puede provocar autismo

Los padres no son los culpables del trastorno de su hijo, aunque Acebes opina que es importante que establezcan un buen vínculo afectivo con él, que conozcan sus puntos débiles y fuertes y que sepan cómo tienen que relacionarse con él, cómo juega, come, se socializa, etc. Han de colaborar con los profesionales encargados de su tratamiento terapéutico, pero sin olvidar su papel de padres como con cualquier otro hijo, con TEA o sin: conocerlo, disfrutar y jugar con él, educarlo, alimentarlo, etc.

4. Las vacunas pueden causar autismo

Esta afirmación es rotundamente falsa, a pesar de que existen grupos de opinión que insisten en su veracidad. Un nuevo estudio llevado a cabo en el Statens Serum Institut en Dinamarca con casi 600.000 niños corrobora nuevamente que no existe relación alguna entre vacunas y autismo. En 1998 se publicó en la revista científica The Lancet un artículo en el que se afirmaba que la vacuna conjunta de rubéola, varicela y sarampión, la que se conoce como triple vírica, podía provocar autismo. Andrew Wakefield, autor de la investigación, reconoció errores metodológicos en el estudio, se retractó y perdió su licencia médica. Sin embargo, el bulo se mantiene y la comunidad científica internacional se ve obligada a refutarlo continuamente.

5. Todas las personas con TEA son extremadamente listas

Aunque hay casos de autismo de alto funcionamiento, no todas las personas con TEA tienen altas capacidades. «Estamos hablando de un amplio espectro en el que las capacidades intelectuales varían mucho entre casos», explica Acebes. No es lo mismo el síndrome X frágil que el de Rett, el de Heller o el de Asperger. Todos son trastornos del espectro autista, pero cada uno tiene características diferentes. Casos como el personaje que interpreta Sheldon Cooper en la comedia The Big Bang Theory, que es una persona con TEA y altas capacidades matemáticas, extienden la idea de que todas las personas con autismo son extremadamente listas, «pero son estereotipos», insiste Acebes. Cada síndrome y cada persona son diferentes, «por lo que no se puede generalizar».

6. Hay que trabajar para que se adapten al entorno

Es el entorno el que se ha de adaptar al niño. Las personas con TEA se relacionan de manera diferente con los objetos, con la alimentación, con las personas. Tienen una sensibilidad y una manera de aprender distinta y por eso es fundamental saber qué necesidades especiales tienen para poder ofrecerles un entorno en el que puedan desarrollarse y convivir con el resto de la sociedad.

7. Todos los niños tienen el mismo desarrollo

Cada niño tiene un progreso diferente, que varía no solo en función del tipo de trastorno, sino también de su entorno emocional, social, educativo, etc. No todos los alumnos con síndrome de Rett, por ejemplo, hacen los mismos avances ni al mismo ritmo. Además, el desarrollo no suele ser lineal y puede cambiar de un periodo a otro, de modo que pueden presentarse unas necesidades específicas en ciertos momentos y otras diferentes cuando cambian de etapa. Por lo tanto, la profesora de la UOC recomienda la observación continuada del niño para adaptar los tratamientos a las necesidades del momento.

8. Todos los alumnos con TEA deben integrarse en colegios ordinarios

Actualmente hay un debate abierto sobre la clausura de los colegios llamados de «necesidades especiales» para integrar a todos los alumnos en colegios ordinarios. ¿La razón? Que las políticas educativas inclusivas mejoran el desarrollo de los alumnos con TEA y también benefician al resto de estudiantes. Sin embargo, María José Acebes advierte del peligro de la generalización: «Es importante valorar cada etapa del niño para facilitarle el recurso que se adapte mejor a sus necesidades y que le permita su mayor adaptación y desarrollo. No todos los niños, o en todas las etapas, se van a beneficiar de los mismos recursos y no siempre los colegios ordinarios tienen por qué ser la mejor opción para alcanzar estos objetivos».

9. Tener autismo es malo

Ser diferente no es malo, recuerda María José Acebes: «Todos somos diferentes y hay que buscar la homogeneidad en esas diferencias que nos ayudan a ser felices, a adaptarnos y a desarrollarnos». Habrá niños que puedan beneficiarse durante toda la etapa escolar de la integración en colegios ordinarios, pero si el niño con TEA no va a poder ser feliz en ciertos entornos en los que su capacidad de adaptación se verá limitada, «¿qué tiene malo que se integre en un entorno adaptado en el que pueda desarrollar todo su potencial?», se pregunta Acebes.

10. El trabajo cooperativo no es posible en aulas de integración

Cuando la inclusión es positiva para el alumno con TEA, los beneficios son múltiples para todo el grupo que integra el aula. Esta es la conclusión de Judit Biel, profesora del colegio Escolàpies Sant Martí y estudiante del máster Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC. En su trabajo final de máster, L’aprenentatge cooperatiu i els alumnes amb TEA; un repte per a la inclusió educativa, concluye que la colaboración entre los alumnos no solo «fomenta la autoestima» de los niños con autismo, sino la de todos. Tras estudiar durante cuatro semanas las estrategias de aprendizaje en alumnos de cuarto y sexto de primaria desde tres dimensiones (social, personal y académica), Biel concluye que la inclusión de alumnos con TEA efectivamente enriquece el proceso de aprendizaje de todos los alumnos y que la intervención y la ayuda del profesor son más efectivas cuando se hace a todo el equipo y no solo a los niños con ese trastorno. Además, la profesora descubrió que estos alumnos tenían más posibilidades de participar cuando recibían ayuda y que el trabajo en equipo mejoraba las posibilidades de éxito.

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