
No, no son lo mismo aunque guarden ciertas similitudes. Las pieles sensibles y atópicas comparten una alteración en su manto hidrolipídico: pierden agua con facilidad y reaccionan frente a estímulos mínimos. La piel sensible suele presentar enrojecimiento, tirantez o picor ocasional, mientras que la atópica es una condición crónica con brotes de sequedad y descamación intensas. Para tratar ambas, la clave está en reforzar el manto hidrolipídico y restaurar su equilibrio, por lo que conviene evitar limpiadores con sulfatos, exfoliaciones agresivas, perfumes… y apostar por texturas ligeras con ceramidas, niacinamida o pantenol.
La piel sensible es temporal, no es crónica como la piel atópica, con reacciones inflamatorias más recurrentes y graves. Ciertos fármacos, cosméticos, el estrés o las inclemencias del tiempo suelen estar detrás de los síntomas en pieles sensibles, mientras que el origen de las pieles atópicas es fundamentalmente de base genética, inmunológica.
Por tanto, su tratamiento y cuidado tampoco es el mismo: “Para una piel sensible, debemos reforzar con productos ricos en niacinamida, ceramidas y varios omegas. Los aplicaremos diariamente, incluso cuando la piel parezca estar poco reactiva, usando limpiadores suaves sin fragancias y evitando el agua demasiado caliente, ya que el calor dilata los capilares y aumenta la reactividad. En el caso de la piel atópica, hay que mantener una hidratación constante con cremas emolientes ricas en aceites vegetales o manteca de karité, aplicándolas varias veces al día. Conviene evitar factores irritantes como ahora en otoño e invierno las lanas y los cambios bruscos de temperatura, pero también los perfumes y las duchas prolongadas.
Cuanto más estable sea el entorno de la piel, menos brotes aparecerán” – nos explica Pilar Gaudí, facialista y directora de los centros Nina Merli.
Tratamientos para ambos tipos de piel.
En cabina, se trabaja con tratamientos calmantes y reequilibrantes, formulados para restaurar la barrera y reducir la reactividad cutánea, siempre apoyados en activos eficaces que aportan oligoelementos esenciales para la regeneración epidérmica y factores hidratantes naturales que contribuyen a mantener el nivel óptimo de agua en la piel: “La acción calmante la reforzamos con alfa bisabolol y betaglucano, que disminuyen la sensación de picor, enrojecimiento e irritación. Además, los oligosacáridos y dermosacáridos prebióticos ayudan a preservar el equilibrio de la barrera hidrolipídica, fortaleciendo las defensas naturales de la piel y promoviendo su recuperación. También utilizamos aparatología suave y personalizada, como radiofrecuencia de baja intensidad o luz LED roja, con el objetivo no de estimular, sino de reparar y reconfortar” – añade Pilar.
Los mejores productos e ingredientes para pieles sensibles y atópicas.
Pilar Gaudí recomienda para el cuidado diario de ambos tipos de piel, cremas extrahidratantes formuladas con ceramidas y aceite de almendras dulces para reforzar la barrera y prevenir a su vez la pérdida de agua: “Su acción se puede potenciar con activos calmantes como el alfa bisabolol y la dihidroavenantramida D, que reducen la sensibilidad y el enrojecimiento cutáneo, también con complejos ricos en oligoelementos”.
También son ideales para reducir la irritación y dar sensación de alivio inmediato, los sérums calmantes con niacinamida, flor de caléndula y pantenol, o las mascarillas con ácido hialurónico y centella asiática como complemento semanal, que proporcionan una hidratación intensiva y una acción reparadora y antiinflamatoria, mejorando la elasticidad y el aspecto de la piel. Para completar la rutina, Pilar apuesta por una bruma facial con prebióticos, betaglucano, agua termal y oligosacáridos, que ayudará a mantener la hidratación y calmar la piel en cualquier momento del día, reforzando su equilibrio natural.
