Diez consejos para el cuidado de las pieles atópicas

Diez consejos para el cuidado de las pieles atópicas

La piel atópica, caracterizada por su extraordinaria reactividad, sequedad extrema y susceptibilidad a infecciones, presenta desafíos únicos en su cuidado, convirtiéndose, en ocasiones, en un auténtico calvario para quienes la padecen. Además, con la llegada del invierno, donde el frío intenso, el aumento de la contaminación y la sequedad ambiental por la calefacción se suman, la frecuencia de problemas cutáneos se incrementa.
“Actualmente, casi uno de cada diez niños nacidos presenta esta condición atópica, lo que hace que se convierta en un asunto de suma importancia abordar adecuadamente esta cuestión”, explica Jerónimo Ors, farmacéutico y director de la firma de cosmética botánica Cosméticos Paquita Ors.
En este sentido, Jerónimo Ors, experto en el cuidado de la piel, aconseja poner en práctica diez recomendaciones relacionadas con:

La higiene. Indudablemente, es imperativo limpiar y eliminar la suciedad de la piel atópica. Sin embargo, un exceso de limpieza puede dar lugar a la eliminación de la capa protectora natural, generando irritación cutánea, mientras que una limpieza insuficiente podría propiciar una propensión a infecciones. Un sutil equilibrio entre ambos extremos resulta fundamental en el cuidado de esta piel tan particular.

El agua. Esta sustancia juega un papel crucial en el cuidado de la piel. Es esencial recordar que las duchas deben ser breves, con agua tibia, seguidas de un secado minucioso al salir utilizando una toalla o albornoz, prestando especial atención a pliegues y espacios entre los dedos.

Los detergentes y productos de limpieza. Estos representan un desafío significativo para la piel atópica. Es imperativo limitar el gel de ducha a una cantidad mínima, equivalente a un garbanzo, para todo el cuerpo. La higiene en la cocina o al lavar los platos debe realizarse siempre utilizando guantes, proporcionando una capa adicional de protección. Asimismo, es crucial evitar el lavado excesivo de manos, reservándolo únicamente para momentos específicos, como después de ir al baño o antes de las comidas.

El polvo y los productos químicos. Las personas con pieles atópicas o muy sensibles son muy reactivas. De hecho, muchas veces se asocia el asma o la alergia a la atopía. “Siempre que sea posible hay que mantenerse alejado de estas sustancias. Si, por ejemplo, hay que limpiar un armario, hagámoslo con guantes y pasando un paño húmedo o el aspirador. Si estamos de obra en casa o pintando hay que mantenerse alejado de las emisiones de partículas”, indica este farmacéutico.

La ropa. Por norma general, hay que procurar no llevar prendas demasiado ajustadas y lo ideal es que el tejido que este en contacto con la piel sea de algodón o de fibras naturales.

La alimentación. Este punto requiere especial atención en personas con piel atópica, ya que estas son propensas a alergias e intolerancias. Se recomienda evitar alimentos como comida rápida (por sus aditivos químicos), kiwis, plátanos, fresas, frutos secos (especialmente cacahuetes) y chocolate. Asimismo, reducir el consumo de bebidas con cafeína también es aconsejable debido a su efecto sensibilizante.

El estrés. Cuanto más nerviosos estemos más sensibilidad en la piel. “Aunque no es fácil de controlar, todo lo que nos relaje es bienvenido: el deporte, la meditación, o las actividades manuales son siempre de ayuda.

El sol. Este tipo de pieles con bajas defensas son muy sensibles a la agresión de la radiación ultravioleta. Hay que usar fotoprotectores a ser posible de nivel no inferior a 50.

La hidratación. Se recomienda el uso de leches y cremas corporales que contengan ingredientes como avena, caléndula o mimosa, ya que estas plantas calmantes contribuyen al bienestar cutáneo.

El microbioma de la epidermis. En la superficie de la piel conviven hongos, bacterias y virus controlados por las células de defensa que impiden su multiplicación. Mantener este equilibrio es esencial, y en la actualidad, contamos con cremas y productos dermatológicos, conocidos como probióticos dermatológicos, que no solo inhiben el crecimiento de especies invasoras, sino que también reintroducen bacterias beneficiosas en la epidermis.

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